[ Sobre los peligros de los meteoritos, meteoroides, y asteroides ]
Amenazas actuales
Florence es un nombre femenino que a los oídos suena dulce y amable, de origen británico y también el nombre de Florence Nightingale, una enfermera del siglo XIX que revolucionó el sistema de enfermería durante la guerra mediante protocolos de limpieza empleando para su efectividad y estudio métodos estadísticos y de limpieza.
Esta persona tiene a sus espaldas una historia tan fascinante que merece la redacción de un artículo a parte. Aquí sin embargo sirve para introducir un asunto no menos serio que tiene que ver de nuevo con la vida y la muerte.
Se ha calculado en cifras que mediante sus protocolos y estudios salvó a cientos de miles de personas. Y teniendo en cuenta su impacto futuro en el campo médico son millones las personas a las que ha salvado y salvará en el futuro gracias a sus descubrimientos.
Pero aquí terminan las buenas noticias porque en esta ocasión Florence es el nombre que se escogió para nombrar a una roca gigantesca como las hay a miles en nuestro Sistema Solar y que orbitan de un modo regular y a la vez errante a nuestro alrededor.
Florence pasó este primero de septiembre muy cerca nuestro, según se mire, a una distancia de seguridad. Pero pasó tan cerca que se pudo ver a simple vista en lugares sin polución lumínica. Y ver una roca así de pequeña a simple vista significa que no está tan lejos como se decía.
Se estima que pasó a más de 7 millones de kilómetros que es equivalente a unas 18 veces la distancia que separa la Luna de La Tierra. Es una distancia de seguridad pero cuando pase la próxima vez esta distancia habrá cambiado por la órbita que sigue.
En este caso se trata de un asteroide que supera los 4 kilómetros de largo. Es más o menos la distancia que separa a dos poblaciones pequeñas y por tanto una roca descomunal.
Y todo el asunto no sería más que una nueva efeméride astronómica si no fuera porque el tamaño de esta roca que es una pequeña montaña, en realidad podría, de llegar a impactar, acabar con todos los habitantes de La Tierra.
Bueno, esta vez ya pasó, pero ahora este 12 de octubre viene otra roca más.
Parece que estamos de racha y volvemos a jugarnos la vida en la ruleta rusa estelar, un término más que acertado porque de momento, por así decirlo, aunque de juego no tiene nada, más bien es puro azar, y en este caso el juego consiste en que no sabemos cuantas balas hay en esta pistola metafórica, y de disparar, cuándo lo hará.
Somos espectadores en un juego en el que parece que de momento nos escapamos por los pelos pero que podemos hacer más bien nada a parte de observar.
La roca esta vez es mucho más pequeña que Florence. Además su nombre no es tan romántico, sino que se trata de más bien un código, 2012TC4 referido al año y denominación de cuando se descubrió.
En astronomía, cuanto más código, menos importancia tiene porque de esa clase hay muchos. Ya cuando se incluye semántica y poesía en esta ciencia es porque se trata de objetos de gran importancia, por lo general en relación a su tamaño.
La roca que pasará cerca del planeta este 12 de octubre tiene 30 metros de largo por 15 metros de ancho y pasará a sólo 44.000 kilómetros de nosotros, casi "rozando los satélites de comunicaciones", y pasando entre La Luna y La Tierra, más cerca de La Tierra.
La inmensidad del Universo
En el artículo de agosto se habló sobre el origen de las estrellas fugaces y cuál es su papel en la creación y génesis del Sistema Solar.
En el artículo se relacionaban las teorías científicas más modernas y su relación con las creencias de cada cultura y civilización que han originado toda clase de ritos y simbolismos para darlo una cabida en nuestras vidas.
Pero al margen de creencias y supersticiones, bien es cierto que La Tierra está expuesta de manera constante a estas rocas ancestrales desde el origen del Sistema Solar.
Comparado con el Universo, nuestro Sistema Solar es bien modesto, y nuestra estrella, el Sol, de las más pequeñas. Pero eso no quiere decir que no se produjeran en el pasado sucesos de lo más violento.
Antes de que todo fuese como lo conocemos, hace más de cinco mil millones de años, había una gigantesca nube oscura con restos de materia procedente de otros sistemas solares que hubo antes y se destruyeron, una materia procedente de otras estrellas que lucieron dentro, hace más de quince mil millones de años llegadas de muy lejos que es cuando actualmente se calcula que comenzó el origen del universo.
Realmente son cifras que da vértigo comparar con la vida humana que ni siquiera supone un parpadeo. Ni todas las civilizaciones terrestres conocidas no son, a ojos del universo, si no sucesos tan efímeros que casi sería dudoso afirmar que hubieran ocurrido.
Sólo podemos hacernos una pequeña idea de nuestra pequeñez si lo vemos todo con los ojos de dioses inmortales en donde poder establecer de una manera secuencial el sentido de todo esto. Y colocar ese suspiro que es la vida entre eones de tiempos remotos, más propios, como se decía de dioses que de hombres.
En el universo hay mucho sitio y todo es muy grande. Es tan inmenso que no podemos siquiera verlo, tal vez tratar de imaginarlo, y cuanto más nos adentramos en su infinidad rozamos la locura de nuestro entendimiento.
Y todo, comparado con lo que conocemos, deja de tener un sentido comparativo, y simplemente se nos escapa. Si ya es difícil entender lo que ocurre en nuestro planeta que aun no está del todo explorado, y sabiendo que aún no se ha logrado pisar el planeta más cercano a nosotros, resulta a la vez que irrisorio, fantástico hablar de llegar a la estrella más cercana.
Estoy convencido que lo lograremos alguna vez en el futuro, tal vez en futuras generaciones que sería difícil afirmar ahora como humanas de lo cambiadas que estarán para entonces. Es a la vez terrorífico y fascinante esa nueva aventura, el llegar a esa última frontera, que siempre está ahí delante.
Dentro de varias generaciones, es imposible de prever e imaginar si alguna vez se podrá ir a otros cúmulos estelares de nuestra galaxia o alcanzar otras galaxias, o las galaxias que hay en los supercúmulos de galaxias más allá de los límites conocidos.
Por el momento se trata más bien de averiguar acerca de lo que tenemos cercano, mientras se mantienen abiertas nuevas líneas de investigación y objetivos terrestres.
El origen del Sistema Solar
De esa manera, al comienzo, como se explicaba acerca del Sistema Solar, esa nube de materia fue colapsando y agrupándose en bloques de materia por la fuerza gravitatoria de manera que en ese proceso que duró millones de años, se formaron el sol, los planetas y sus lunas.
En un proceso que aun no ha finalizado del todo, hubo materia que quedó errante formando grupos de asteroides por todo el sistema.
Nuestra Luna satélite que nos acompaña, en numerosas ocasiones ha servido de escudo evitando enormes colisiones que hubo en este proceso de formación.
Sobre su superficie de pueden ver gigantescos cráteres de impacto, sobre todo en su cara oculta la cuál está totalmente llena de estos cráteres, unos sobre otros porque ya no había más espacio libre, una cara invisible para nosotros que sufrió la enorme violencia que acompaña a estos acontecimientos astronómicos de formación.
En la actualidad representan un peligro tanto los asteroides como los meteoroides los cuales viajan en trayectorias muy bien definidas y pasan, de momento de largo, pero alterando su rumbo por la fuerza de la gravedad de La Tierra, otros planetas u otros asteroides.
Es un problema potencial porque cada vez se conoce un número mayor de estos cuerpos gigantes que apenas son visibles hasta que no están encima y cuyo seguimiento se hace difícil por las variaciones que sufren en su trayectoria al pasar, como en este caso, cerca de un planeta.
Otras variaciones que se producen en su órbita, siguiendo cálculos a nivel balístico, es la colisión con otros asteroides, los cuales sufren impactos de consecuencias inciertas en su destino, creando nuevas órbitas y trayectorias que antes no había.
También afectan a sus órbitas la generación de mareas planetarias, aspectos poco conocidos pero bien presentes en toda esta dinámica estelar.
Esto quiere decir que se producen aumentos en la gravedad al paso de pequeños cuerpos producidos por ejemplo por alineaciones de planetas específicas o bien de lunas alrededor de un planeta justo al paso de estos pequeños cuerpos.
Los efectos de marea son sufridos por todos los cuerpos materiales pero apenas afecta a los grandes objetos como planetas o lunas por estar sometidos dichos cuerpos a fuerzas mucho mayores entre sí.
Actuales programas de seguimiento
Así, aunque existe un registro y seguimiento de gran cantidad de estos cuerpos, se estima que dicho registro sólo corresponde a un 20% del total, en donde además, como se explicó antes, sus trayectorias pueden sufrir alteraciones.
Esto quiere decir que de ese veinte por ciento conocido además es necesario recalcularlo de nuevo por las alteraciones producidas sobre dichos cuerpos.
Cuando colisionan entre ellos por razón del azar, es necesario recalcularlo todo con un comportamiento similar al de una partida de billar americano, un billar en tres dimensiones formado por millones de objetos.
Esto plantea a simple vista un panorama de incertidumbre similar a las simulaciones que se realizan para determinar la probabilidad de choque en un sistema de colisión de partículas. El tratamiento en estos simuladores es idéntico solo con el matiz de que una de esas partículas es nuestro planeta Tierra.
A través de las agencias espaciales, en una primera fase, se trata de la detección y seguimiento. Después mediante programas de simulación, se calculan sus órbitas en el futuro y su posible interacción con nuestra órbita.
Por último, este tipo de programas de seguimiento espacial tratarían de poner remedio a una posible colisión con el planeta.
A este respecto a día de hoy se desconoce, al menos de manera oficial, una solución a la hipótesis de que uno de estos objetos fuera directo a nosotros.
Sí se han hecho varias películas de tipo catastrofista y apocalíptico en donde plantean ese problema y posibles soluciones, pero casi todas dentro de ese mismo género de ciencia ficción que a día de hoy no se pueden aplicar.
Lo tendríamos muy complicado sino imposible si algo de eso nos amenazara en el futuro.
Se han descubierto en la superficie de nuestro planeta cráteres enormes visibles desde el suelo. Otros sin embargo son tan gigantes que sólo se pueden observar desde un satélite artificial.
Esos restos de cráteres gigantescos ocupan en la actualidad grandes valles, bahías, lagos e incluso pequeño mares llenos de agua salada, que se produjeron hace varios millones de años, por el impacto de grandes objetos en las últimas fases de creación continental.
Otros cráteres son geológicamente más recientes y están relacionados con las grandes extinciones del pasado.
Sin llegar a eso, también se han calculado los efectos devastadores de pequeños meteoritos de tamaño intermedio caídos antes sobre la superficie, los cuáles, a pesar de su pequeño tamaño y masa comparativo, tuvieron una potencia equivalente a la de decenas de bombas atómicas.
No obstante por tranquilizar un poco, de ese porcentaje que se conoce corresponde a las rocas más grandes y gigantescas. De hecho, si estas agencias han sido capaces de calcular el paso de este último que nos visitará siendo su tamaño más bien pequeño, a escala astronómica, podemos considerar que la mayoría que se desconoce aún es una enorme cantidad de rocas de varios tamaños, e inferiores a los 10 metros de largo y que están por todo el sistema solar dando vueltas.
Para este tipo de rocas si habría posibilidad de pulverizarlas con el armamento actual modificando los misiles balísticos de largo alcance disponibles por el ejército. Pero deberían estar muy cerca ya. Medios hay unos pocos aunque a distancias astronómicas no sirven de mucho.
Sigue inquietando la idea de que este asteroide que nos visitará este 12 de ocutubre, el "2012TC4", se descubriese hace sólo 5 años. Deja en evidencia que se desconoce mucho aún sobre la posición de todos estos objetos intermedios.
La Ciencia lo llama Catastrofismo y la Religión apocalipsis
La cuestión que queda en el aire es qué ocurriría si se detectase a tiempo para su colisión con La Tierra un asteroide como el que pasó a primeros de septiembre, de más de 4 kilómetros.
Uno así, lo destruiría todo o casi, de un modo que alteraría toda la civilización actual llevándola en el caso más optimista, a una nueva edad de piedra. Y esto es lo que nos pone los pies sobre la tierra, el hecho seguro de saber que no es ciencia ficción sino algo real eso que nos amenaza a diario.
Todo ocurre en un tiempo geológico y quizás nos salvemos. Siempre hay más posibilidades de que esas rocas gigantescas no choquen con nosotros de que lo hagan alguna vez. Pero no quiere decir que alguna vez no ocurra.
Los cataclismos del pasado está claro que ocurrieron en algún momento y a los seres que habitaban, fueran animales o plantas, los afectó de manera letal. También se podrían haber salvado pero el caso es que en algún momento sucedió, y no lo hicieron. Igualmente ahora compartimos el mismo riesgo que aquellos seres.
Pero realmente, ¿qué tamaño tienen estas rocas?. ¿Cuál es la energía real en una colisión?.
Comparativamente todo se resume a los daños que se producirían en caso de que una roca chocase contra la superficie terrestre. Por un lado está la energía cinética y potencial del cuerpo y su traducción en unidades de energía. Y eso dependerá del material que lo compone.
Por un lado está la densidad y su masa. No será lo mismo que sea un cuerpo macizo y metálico a que sea terroso y poco denso.
Luego está su tamaño. El tamaño será crítico. Podríamos pensar que un pequeño asteroide poco denso formado por rocas y hielo sería menos peligroso que uno denso, pero depende. Si el cuerpo tiene el mismo volumen, el más denso será más letal. Pero si el volumen del poco denso es enorme, al llegar a la atmósfera, se comportaría como un cometa y se prendería en conjunto por la fricción, pudiendo evaporar, si fuera el caso, un mar entero, por la temperatura que porta y por la del choque. En este caso, podría ser más destructivo.
Se estima que de colisionar una roca como la 2012TC4 de 30 por 15 metros, se producirían daños como los ocurridos en Rusia hace pocos años, en que un bólido rasgó el cielo con una enorme columna de fuego y afortunadamente, estalló casi por completo a unos 4 kilómetros de altura.
Sin embargo, las explosiones en el aire y las ondas de choque contra el suelo produjeron varios estampidos que destrozaron miles de cristales de viviendas y oficinas en una población cercana así como otros numerosos daños. En aquel caso, llegó al suelo un pequeño núcleo sólido de un metro creando un cráter de varios metros.
Aquel bólido se comportó así por los materiales de que se componía que eran poco densos. Cuando entró a la atmósfera su tamaño era muchísimo mayor, pero se fue desintegrando en forma de trozos pequeños y esa enorme columna de fuego.
En las mismas condiciones, de tratarse de un objeto macizo y metálico, aquel bólido sobre Rusia, habría llegado al suelo destruyendo la gran mayoría de la ciudad cercana igual que si sobre ella hubiese caído un arma nuclear.
Así que todo depende, como se señaló, de los componentes, su densidad, el ángulo de entrada a la atmósfera, el tamaño y sobre todo, el lugar donde caiga.
Reflexión y Pensamiento
Personalmente no he prestado apenas atención e interés a las noticias de catástrofes. Parece un tema más bien gastado, casi una broma o un reclamo recurrente en la gran pantalla pero que sigue funcionando.
Tal vez sea el deseo de que no ocurra y por eso miro a otro lado, igual que muchas personas. Sin embargo ahora pienso que realmente nos la jugamos a diario y parece que hasta el momento nos hemos salvado más bien por azar que por la providencia o un ángel salvador.
Y ahora que ha pasado Florence tan cerca me lleva a cuestionar porqué de todo esto, y sobre todo, como le preocuparía a cualquiera, qué podríamos hacer para evitar ese peligro en forma de ángel vengador, de llegar el caso.
Rezar es importante para muchas personas pero sería más cauto ofrecer otras soluciones más tangibles, y eso sí, muy libremente, quien lo necesite y crea, ¡rezar!, pero no esperar a que esa fuera la última solución. Aunque quién sabe si ante un peligro imposible de parar sea esa la última y única arma con la que contemos.
Oí un día un chiste que contaron y que desconozco su autor pero que se ajusta totalmente a este caso:
En el chiste un sacerdote católico y un rabino estaban viendo un combate de boxeo. Cuando salieron los dos contrincantes al cuadrilátero para luchar, uno de ellos se santigüó. El rabino le preguntó al sacerdote que para qué servía aquello. Y el sacerdote le respondió que "si no sabía luchar, para nada".
En este contexto no sería nada descabellado ampliar ya no sólo el estudio de estos cuerpos estelares y su seguimiento sino la manera de poder hacerles frente mediante nuevas tecnologías.
Entiendo que el tema es bien complejo porque en ello intervienen las decisiones de muchos mandatarios y al final están en juego muchos convenios de colaboración y una financiación económica gigante para estos futuros programas que muchas veces por lo desmedido de sus presupuestos se aplaza y se prefiere confiar en el azar y que no nos veamos en la tesitura de hacer frente a una catástrofe así.
Lo cierto es que es un dineral, sin embargo, no ponerse a ello será infinitamente más caro.
Es difícil decidir con responsabilidad el empleo del dinero y en este caso difícil tomar la decisión de dedicarlo a proteger supuestamente al planeta de una posible colisión estelar en detrimento de otras partidas presupuestarias, seguramente sociales, que es a las que se restará.
Pero también es cierto que siendo el peligro real, es precisamente para una protección social, nada más y nada menos que todos los habitantes del planeta. No se me ocurre algo más social que eso.
Seguro que será bastante duro de imponer y decidir pero la otra opción puede resultar, como se señalaba, infinitamente más cara.
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"...la negra noche, y a sus brillos cierro
mis lagrimosos fatigados ojos.
La noche melancólica al fin llega,
tanto anhelada: a lloro más ardiente,
a más gemidos su quietud me irrita.
Busco angustiado el sueño: de mí huye
despavorido; y en vigilia odiosa
me ve desfallecer un nuevo día,
por él clamando detestar la noche."
Juan Meléndez Valdés
Poesías
Elegías Morales (Elegía II A Jovino: El Melancólico - 1794- estrofas 60 a 68)
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autor del artículo:
Jesús Pablo Alonso García
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Que bueno sería que este artículo lo leyeran esos mandatarios y ya puestos a desear, que lo lea también algún mecenas sensible con el futuro de la humanidad, ¡ojalá!.
Tal vez no esté demás rezar para ello.
En cualquier caso enhorabuena por el articulo, es magnífico.
Ojalá. Muchas gracias por los comentarios.